lunes, 31 de enero de 2022

La región Centro-Norte y el llano central en la visión historiográfica de Lucas Guillermo Castillo Lara


La región Centro-Norte y el llano central en la visión historiográfica de Lucas Guillermo Castillo Lara

Por Horacio Biord Castillo -enero 15, 2022
Con el Dr. Horacio Biord, autor de este articulo, esta fotografia fue tomada hace años, en el IVIC, en curso de Toponimia dictado por el Dr. Biord.



Lucas Guillermo Castillo Lara (San Casimiro, estado Aragua, 23 de junio de 1921 – Caracas, estado Miranda, 15 de diciembre de 2002) legó a la posteridad una vasta obra de investigación histórica, especialmente referida a pueblos y regiones de Venezuela. Dedicó gran parte de su trabajo investigativo a la historia de la región central de Venezuela, desde la costa hasta el llano guariqueño. Estados como Aragua, Miranda, Guárico, Carabobo, el actual Distrito Capital y parte de Vargas (La Guaira) fueron ampliamente estudiados en su obra histórica.

Al estado Aragua, su tierra natal, dedicó importantes estudios como San Casimiro de Güiripa. Crónicas de la sangre y el recuerdo, uno de sus primeros libros. Trata sobre San Casimiro y el terruño familiar de Güiripa, sus orígenes, su devenir social, su economía y actividades productivas, las tradiciones, los recuerdos y valores familiares.

El volumen Materiales para la historia provincial de Aragua constituyó su trabajo de incorporación como individuo de número a la Academia Nacional de la Historia en 1977. Es importante acotar que el discurso leído en esa ocasión y que viene a ser como la introducción al libro constituye una hermosa reflexión sobre el valor de la historia local y regional que con frecuencia es tenida como menuda y exigua y, en no pocas oportunidades, también como irrelevante.

En ese texto seminal, Lucas Guillermo Castillo Lara alude a la importancia de dicha historia “pequeña” para la comprensión de la historia más amplia del país. Resalta cómo esa oposición o tensión, para muchos irreconciliable, resulta necesaria cuando sus polos o extremos confluyen de manera enriquecedora. En un extremo estaría la llamada “historia nacional”, presentada muchas veces como visión excesivamente sintética, centrada en sucesos militares y políticos, y que fundamenta la “historia oficial” y sus versiones escolares. En el otro extremo, se situaría la historia local y regional.

Asimismo Castillo Lara aborda los aspectos emotivo y afectivo de la historia local y regional que contribuyen a la construcción, fortalecimiento y ampliación de las identidades. Por decirlo en términos coloquiales, lo grande se refleja en lo pequeño y lo pequeño deja su huella indeleble o impronta en lo grande, por más reducida que sean sus dimensiones. El trabajo del analista, del historiador o intérprete de los hechos sociales, es precisar esas interacciones no siempre visibles para la mirada lega o apresurada.

Ese discurso es digno de ser revisado y analizado, releído con especial énfasis en estos tiempos de sentimientos encontrados en torno a la venezolanidad. Más de cuatro décadas después de haber sido escrito, ese texto nos convoca de nuevo como estudiosos del pasado y como personas o ciudadanos a volver sobre los orígenes que explican nuestro ser individual y social. Se trata de una mirada que nos permita no solo explicar fenómenos en cierta medida ajenos o distantes del yo cognoscente sino entender-nos y reconciliar-nos con nuestras profundidades sociohistóricas y culturales.

Castillo Lara luego escribiría los dos tomos fundamentales sobre San Sebastián de los Reyes y la proyección colonial de ese poblado que abre las puertas al Llano y que durante la época colonial tuvo una gran relevancia. Su jurisdicción llegó a abarcar hasta las orillas (el Costo como lo llaman sus pobladores) del Orinoco.

De especial trascendencia es el estudio sobre Maracay en la época colonial que contribuye ampliamente a entender la consolidación de la ciudad hasta convertirse no solo en capital del estado, sino en asiento del poder en la época gomecista. Siguen también la historia de Camatagua y Carmen de Cura, poblaciones agrarias del sur aragüeño, y una investigación sobre el devenir histórico de Barbacoas de los Llanos, que perteneció al Guárico hasta la tercera década del siglo XX cuando se cambiaron los límites estadales para compensar la cesión de San Juan de los Morros al Guárico, tras mudarse la capitalidad de Calabozo a San Juan. Cierran estas investigaciones sobre el pasado aragüeño los dos tomos de Nortemar aragüeño que reconstruyen la historia de los pueblos del litoral de Aragua.

A las publicaciones anteriores se suman el trabajo sobre La Victoria, importante centro urbano de Aragua, actualmente el segundo después de Maracay, y los opúsculos dedicados a Villa de Cura, Choroní y la capilla de El Loro, caserío agrícola próximo a San Casimiro. Destaca también el estudio relativo al general Antonio Valero de Bernabé y su gesta libertaria que proporciona importantes datos sobre la historia regional de Aragua, a la vez que desvela redes de parentesco e información genealógica de gran valor sociohistórico.

En el género biográfico, son de resaltar las biografías de los ilustres próceres aragüeños y, en especial, los de San Sebastián de los Reyes. Esas semblanzas rescatan vidas de personajes muchas veces injustamente olvidados e ilustran diversos aspectos de la vida provincial en la época de la Independencia.

Al estado Miranda, al que estuvo unido por fuertes lazos personales y en el que vivió gran parte de su vida, le dedicó Castillo Lara uno de sus primeros libros en 1970, titulado Una tierra llamada Guaicaipuro. Apuntes para el caminar de siete pueblos, tres libros sobre Barlovento: uno consagrado a sus orígenes coloniales, otro a Juan Francisco de León y los isleños o canarios y, el tercero, a la historia de Curiepe. También destaca un trabajo sobre Guarenas, un ensayo sobre Ocumare del Tuy y un artículo referido a San Diego de Los Altos, la fundación del pueblo y la erección de la parroquia eclesiástica.

Con relación al estado Miranda, hay que añadir también algunas páginas dispersas de evocación de Los Teques y de figuras entrañables para el cariño familiar como el padre Isaías Ojeda, sdb, primer director salesiano a partir de 1935 del Liceo San José de Los Teques, donde estudió el autor. El libro Cien años de la raigambre salesiana en Venezuela también aporta datos valiosos sobre la obra de los salesianos en los estados Miranda y Carabobo y en Caracas.

Con relación al Distrito Capital y la ciudad de Caracas, deben citarse en primer lugar los tomos relativos a los mercedarios y la vida social de Caracas en el siglo XVII y XVIII y también el libro sobre las aventuras de Ruy Fernández de Fuenmayor, más el discurso con motivo del bicentenario del Libertador. Dichos aportes contribuyen a delinear mejor la comprensión histórica de la región Centro-Norte. A ello se suman un trabajo de corte monográfico como lo son el estudio sobre el Panteón Nacional y la biografía de Bolívar, con interesantes datos sobre la niñez y la juventud del Libertador y su actuación anterior a 1810. En conjunto, esos trabajos enriquecen la historiografía mirandina y caraqueña.

Al estado Guárico le dedicó en 1975 la historia colonial de Calabozo, con el hermoso subtítulo de “el derecho de existir bajo el sol”, y luego la historia de Guardatinajas, población llanera cercana a Calabozo. Se debe añadir que en el libro dedicado al centenario de la diócesis del Zulia aporta datos de gran valor, explicaciones y reflexiones sobre la creación de la diócesis del Llano, hoy arquidiócesis de Calabozo y su amplia jurisdicción inicial.

A Carabobo, por su parte, Castillo Lara le consagró una evocación de Puerto Cabello, lar nativo de su esposa, Lilliam Brandt de Castillo, y un trabajo sobre la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821). En su biografía de monseñor Francisco Iturriza Guillén, sdb, segundo obispo de Coro y su antiguo profesor en el Liceo San José, aporta diversos datos sobre la Valencia nativa del obispo salesiano que iluminan aspectos de la vida social de la capital carabobeña a finales del siglo XIX y principios del XX. También debe añadirse la biografía de José Laurencio Silva, nativo de El Tinaco, estado Cojedes, población cercana a Valencia.

La obra historiográfica de Lucas Guillermo Castillo Lara emerge como una contribución al estudio de la historia regional y local de Venezuela, en especial de dos regiones: los Andes tachirenses y la región Centro-Norte de Venezuela. A ello se sumarían algunos aspectos temáticos, como la historia eclesiástica, la biografía y la historia colonial, hoy un tanto desatendida ante el urgente interés que ha concitado entre los estudiosos la comprensión, fundamentalmente, del devenir político venezolano en el siglo XX y los procesos iniciados en el siglo XIX con el establecimiento y los intentos de consolidación del estado nacional venezolano.

Quisiera destacar dos aspectos: el primero es que el conocimiento personal que tenía Lucas Guillermo Castillo Lara de la región Centro-Norte de Venezuela, de sus pueblos y caminos, de sus gentes, de los recodos de su geografía e historia, a lo cual se suman la historia oral y las tradiciones, le permitió construir el monumento historiográfico que es su obra sobre esta importante región del país. Si bien, los estudios de pueblos y ciudades llaneras se saldrían un poco del ámbito físico de la región Centro-Norte, no es menos cierto que dichas poblaciones estaban y están activamente conectadas con la región Centro-Norte. Si trazamos unas líneas desde Puerto Cabello hasta Cúpira (estado Miranda, en la frontera casi con el estado Anzoátegui) y desde allí hasta Calabozo y desde allí nuevamente hasta Puerto Cabello habremos delineado un gran triángulo que comienza con el Llano y termina con la costa del mar Caribe. La contribución de Castillo Lara para la comprensión de ese gran triángulo y sus procesos sociohistóricos es fundamental.

El otro aspecto está relacionado, precisamente, con ese conocimiento e identificación del autor con la geografía y los pueblos y ciudades estudiadas. De ese amor, de esa identidad con la tierra, nació una pasión por introducir y ofrecer sus hallazgos históricos con breves y evocativas palabras de gran lirismo. Ese canto, esa celebración de la tierra y sus habitantes, enaltece el trabajo del historiador y lo aproxima al “color local” en la expresión del poeta e investigador. Se muestra más nítidamente en ese estilo al historiador que también era cronista, como lo fue de su natal San Casimiro.

Nota: La primera versión de este trabajo fue presentada en el XV Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, organizado por el Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” y el Ateneo de Calabozo, Calabozo (estado Guárico), en octubre de 2021 (modalidad virtual).