“Hacia el oriente del Lago de Valencia se encuentra un pueblo llamado Maracay. Convengo que por no ser ciudad ni villa, no debería figurar en este capítulo; pero es tan interesante en sí mismo, que me complazco en compartir con el lector mi recuerdo de los gratos momentos pasados allí, durante una breve estancia en 1801.
“Se halla situado en los famosos valles de Aragua, de los cuales he hablado en tantas ocasiones. Bastante cercano al lago, puede gozar de todas las ventajas de este y al mismo tiempo está suficientemente alejado de él como para no sufrir sus malignas influencias. Maracay a causa de su terreno arenoso, es sano, aunque cálido. Hace treinta años hubiera merecido el nombre de aldea; hoy presenta un grato aspecto al viajero. Las tres cuartas partes de sus casas parecen construidas en una misma y muy reciente fecha. Las calles no están pavimentadas, pero esto no se nota sino cuando el viento levanta torbellinos de arena que incomodan a la vista.
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Iglesia |
Un templo nuevo, amplio y de bastante armonía arquitectónica, le sirve de iglesia parroquial. El único ministro del culto es en Cura y la única autoridad civil un Teniente de Justicia, que hace las veces de juez de policía de primera instancia. Al igual del pueblo, sus habitantes son dignos de la admiración del observador. Nadie presume de alcurnia ni se envanecen con las distinciones.
“La industria, la actividad, el trabajo, son la base de sus sentimientos. Por una beneficiosa emulación la agricultura ha llegado a ser la pasión dominante de todos. Muchas haciendas de algodón, añil, café, trigo, etc., mantenidas con inteligencia y cuidado, son testimonio inequívoco de la laboriosidad de aquellos hombres y fuente de su bienestar. No cabe duda de que la mayoría de ellos han de ser vizcaínos, pues estos, entre todos los españoles europeos residentes en Tierra firme, se dedican con preferencia a la agricultura. Los oriundos de Canarias les siguen las huellas, aunque no les igualan. Las hermosas siembras que atraen las miradas de los alrededores de Maracay, se extienden por todos los valles de Aragua ya se llegue a ellos por Valencia o por las montañas de San Pedro, que las separan de Caracas. Allí se tiene la impresión estar en otro país, en una comarca por la gente más laboriosa y amiga de la agricultura. En las quince leguas de Este a Oeste ocupadas por los valles sòlo se ven campos de frutos coloniales, regados con arte, molinos de agua y soberbios edificios destinados a la fàbrica y preparación de los productos. Lo más notable, sin embargo, es la gran actividad que parece hija de aquella tierra. La gente libre que en todas partes casi no hace nada, aquí se dedica a trabajar, mediante un salario razonable, de suerte que el hacendado no ha de comprar sino muy pocos esclavos, únicamente los necesarios al mantenimiento de la hacienda. En los trabajos extraordinarios,, como la siembra, la limpia y la cosecha, se emplea jornaleros libres”.
Comentarios sobre el texto :
Depons dice de Maracay:
“… no ser ciudad ni villa”
“… no ser ciudad ni villa”
Se impresiona Depons de la prosperidad de Maracay, a pesar de no ser villa ni ciudad, por lo tanto no tenía Cabildo, afirmando que la prosperidad se debió al añil que se comenzó a cultivar para 1772 por hacendados vizcaínos.
Efectivamente, Maracay antes del añil, era un pequeño pueblo fundado por población blanca, elevado a Parroquia en 1701, cuya principal fuente de ingreso era el llamado cultivo menor, granos, hortalizas, menestras, con haciendas de caña de azúcar más bien “fincas papeloneras”, para el comercio interno de la localidad. Estas haciendas eran pocas porque la propiedad estaba concentrada en pocas manos.
“… No cabe duda que la mayoría de ellos han de ser vizcaínos, pues estos, entre todos los españoles europeos residentes en Tierra Firme, se dedican con preferencia a la agricultura”.
Considero que Depons exalta a los vizcaínos sin hacer consideración de la laboriosidad de los canarios, quienes durante siglos se han dedicado a proveer de granos a la provincia con el cultivo de granos, hortalizas y otros cultivos menores. También hay que considerar que la Corona impedía que los funcionarios españoles peninsulares, compraran propiedades o se casaran en la provincia.
La diferencia que observo con respecto a los vizcaínos es de carácter económica, por cuanto dispusieron de mayor capital para invertir en la agricultura del añil y gozaron de prebendas que solo se habían concedido a los conquistadores y sus descendientes, por la importancia que tenía para la Corona, el cultivo del añil, sobre todo en tiempos que la industria inglesa requería de esta materia prima y España estaba en capacidad de suministrarla, autorizando a la Provincia de Venezuela para este cultivo que era exclusivo de Guatemala.
La gente es trabajadora, amiga de la agricultura
La gente es trabajadora, amiga de la agricultura
“Allí se tiene la impresión de estar en otro país, en una comarca por la gente más laboriosa y amiga de la agricultura”.
Con esta impresión opino que Depons, hace crítica a los blancos criollos, propietarios-terratenientes, residentes en Caracas, donde ocupaban cargos en los Cabildos, administraban sus haciendas a través de mayordomos y tenían muchas esclavitudes.
Los vizcaínos y los canarios, aunque también poseían esclavos, institución legal en la época - no significa que haya sido legítima- emplearon jornaleros libres para el cultivo del añil, lo que no se hacía con la caña de azúcar y el cacao que se utilizaban sólo esclavos. Esto no significa que vizcaínos y canarios hayan sido más altruistas que los blancos criollos, no creo que este haya sido la causal, sino por la competencia de las muchas haciendas que se formaron para el cultivo del añil y el trabajo fuerte de este cultivo en sus diferentes fases, lo cual sumado a las “calenturas” que producía acarreó la escasez de mano de obra, que venía principalmente de los llanos para el trabajo temporal.
Se contrataba mano de obra libre
Se contrataba mano de obra libre
“La gente libre que en otras partes casi no hace nada, aquí se dedica a trabajar, mediante un salario razonable, de suerte que el hacendado no ha de comprar sino muy pocos esclavos”.
¿Donde se encuentra el peón, el jornalero que pueda vivir sin trabajar? Del trabajo duro del llano venían en búsqueda de un salario siempre con la esperanza de mejorar. Las condiciones de trabajo en una hacienda de añil eran muy duras y las condiciones ambientales fueron causas de epidemias. “La peste de calenturas” el pueblo achacaba los vapores mefíticos de la fermentación del añil en los tanques, la disposición de las aguas y sus desperdicios, se produjo en Maracay en 1782, 1804, 1808.
POR ULTIMO, los “diarios de los viajeros” son fuentes documentales primarias de mucho valor histórico, porque exponen puntos de vista “o mirada” sobre el lugar en el momento histórico en que fueron visitados, pero siempre debemos someterlos al tamiz de la crítica histórica, porque “una mirada” es un punto de vista, una subjetividad que debemos analizar contextualmente.
TRABAJO DEL AÑILERO (IMAGENES)
La pila de batir |
Prueba del añil |
Contaminación de los ríos |
Batiendo el añil |
Estas maravillosas imagenes las obtuve en el siguiente enlace: añil
En los enlaces puede complementar informacion sobre el añil, excelente testimonio gràfico de los añileros en Niltepec, Oaxaca, Mexico