sábado, 20 de marzo de 2010

ENCUENTRO CON LA HISTORIOGRAFIA DE LUCAS GUILLERMO CASTILLO LARA





ENCUENTRO CON LA HISTORIOGRAFIA DE LUCAS GUILLERMO CASTILLO LARA

En la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógio Rafael Alberto Escobar Lara, se realizó el evento "Encuentro con la historiografía de Lucas Guillermo Castillo Lara", para disertar sobre la obra de este distinguido aragueño, autor de numerosas obras de la historia regional y local, que han contribuido a enriquecer la historiografia venezolana. .

En el evento el Dr. German Fleitas Núñez, realizó una semblanza sobre el Dr. Castillo Lara, destacando aspectos de su personalidad, entre ellos la humildad, su arraigada identidad con Venezuela y su pasión por investigar la historia de los pueblos. 
La Licenciada Zandra Pérez Contreras, disertó sobre el libro Maracay Colonia, tierra de hombres  y esperanzas, destacando los aportes de esta obra a la explicación y comprensión del proceso histórico de la ciudad. Dentro de los aportes fundamentales se encuentra el valioso corpus documental que presenta el dr. Castillo Lara,  que permiten al investigador avanzar en una periodificación de la ciudad que vaya más allá de la fecha oficial de 1701 cuando se elevó como Parroquia Eclesiástica. Igualmente señaló que en la obra el Dr. Castillo Lara trata el desarrollo del pueblo y los conflictos urbanos que se presentaron entre ellos el suministro del agua. Otra temática fue la titularidad de las tierras y la confrontación entre los marqueses de Mijares y el pueblo de Maracay, la cual se agudizó cuando el IV Marques intentó cobrar "piso" o arrendamiento a los vecinos. A través de estos hechos el investigador puede analizar los conflictos entre las clases sociales y la intervención del Estado como arbitro.
La profesora Ysabel María Gómez, analizó el libro "Materiales para la historia provincial de Aragua", destacando que el Dr. Castillo Lara se presenta como un avanzado en la incorporación de la cotidianianidad y los "sujetos subalternos", entre ellos los indigenas en el estudios de historia local. 
El Dr. Horacio Biord, celebró el 40 cumpleaños de la obra "Una tierra llamada Guaicaipuro", señalando los aportes de esta obra a la historia local del Municipio Guaicaipuro del Estado Miranda.  
Por último la señora Minucha rememoró a su padre, como un hombre entregado a la familia, excelente esposo y padre, que contribuyó a la formación de sus dos hijas y su único hijo varon a través del ejemplo. Su pasión por investigar involucró a toda la familia y así su esposa le transcribía los manuscritos y los hijos participaban como auxiliares de investigación.
Asistieron como invitados otros familiares del Dr. Castillo Lara, amigos de la familia, profesoras de la UPEL, entre ellas la Dra. María Ysabel Ramírez , investigadoras del IVIC Xiomara Escalona y Erika Díaz, así como alumnas y alumnos de la Maestría Enseñanza de la Historia y de la asignatura Museo de la Memoria.
Publicado por Zandra Pérez Contreras.




 De izquierda a derecha. Minucha Castillo de Joly (hija del Dr. Castillo Lara) Zandra Pérez Contreras, Ysabel Gómez Cedeño, profesoras UPEL,  German Fleitas Núñez, Cronista Oficial de la ciudad de La Victoria, Horacio Biord Castillo IVIC-UCAB




 FOTOGRAFIAS ASISTENTES AL EVENTO 20-3-2010

Profesora Zandra Pérez Contreras
Minucha Castillo de Joly,  Erika Diaz (IVIC), estudiantes UPEL

Profesora Ysabel Gómez.



 Familiares y amigas de Minucha Castillo de Joly

Publicado por Zandra Pérez Contreras


sábado, 13 de marzo de 2010

BIOGRAFIA DEL DR. LUCAS GUILLERMO CASTILLO LARA



San Casimiro de Guiripa, Aragua, Iglesia
San Casimiro (Edo Aragua), 23.06.1921 – Caracas, 15.12.2002
Jurista, historiador y escritor. Hijo de Rosalio Castillo Hernández y Guillermina Lara de Castillo. Casado con Lilliam Isabel Brandt Coupart. Realizó sus primeros estudios en el colegio San Francisco de Sales en Caracas, en el colegio Don Bosco en Valencia y en el liceo San José de Los Teques, donde obtuvo el título de Bachiller en 1938. 

        Su primera obra importante fue publicada en 1943 bajo el nombre Don Fermín Toro, trabajo con el cual obtuvo el Premio Andrés Bello de la Academia de la Lengua. Los estudios superiores los realizó en la Universidad Central de Venezuela, recibiendo en 1944 el título de doctor en Ciencias Políticas y Sociales. 
     En sus primeros años de ejercicio profesional se desempeñó en cargos relacionadas con el derecho, siendo suplente en los juzgados de Primera Instancia en lo Penal, Primera Instancia en lo Mercantil del Distrito Federal, entre otros. Entre 1947 y 1952 ejerció el cargo de Inspector Nacional de Registros Públicos y Tribunales. Desde 1952 y hasta 1953 fue Notario Público de Caracas, y desde este último año se desempeñó como Registrador Mercantil del Distrito Federal y del Estado Miranda hasta 1972. 
     A lo largo de su vida fue reconocido con diferentes galardones –tanto por su labor en funciones públicas y administrativas, como por su trabajo de investigador de la historia regional y colonial de Venezuela. Otros cargos desempeñados por Castillo Lara fueron el de Procurador General del estado Miranda y Magistrado Suplente de la Corte Suprema de Justicia; miembro y primer vicepresidente del Consejo Supremo Electoral. Muchos de sus trabajos se recogen en una gran cantidad de artículos y libros publicados, dedicados a la investigación de nuestra historia regional, principalmente relativos a la época colonial. 
     Con algunas de sus obras logró obtener premios y reconocimientos; uno de ellos fue el que recibió en 1971 por su trabajo Carabobo y un río de soles lo cercaron, con el que obtuvo el Premio de las Asociaciones de Ejecutivos de Venezuela con motivo del Sesquicentenario de Carabobo, además de recibir ese mismo año, el Diploma de Honor del Instituto Venezolano de Genealogía. En 1972 publicó otro importante trabajo titulado Bolívar: pasión de libertad. En 1972 recibió el Premio Archivo General de la Nación por su obra José Laurencio Silva: Viaje alrededor de una lealtad. En 1974 es publicada otra de sus obras: La Grita una ciudad que grita su silencio: Historia del Espíritu Santo de La Grita. Obtuvo el Premio Concurso Concejo Municipal de Calabozo con su obra Villa de todos los santos de Calabozo: el derecho de existir bajo el sol en 1975 y el Premio Concurso Centenario Panteón Nacional por su trabajo El Panteón Nacional: tierra sagrada, ejemplo tutelar, lección de gloria. En 1977 publicó Santa Ana de Coro: símbolo de fe, y fue incorporado como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia con su discurso “Materiales para la Historia Provincial de Aragua”, claro reflejo de sus investigaciones sobre historia regional. 
     Fue nombrado además, individuo de número y miembro correspondiente en diferentes academias de Hispanoamérica por su importante investigación en el área de la historia local y provincial de Venezuela (Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de España; Académico correspondiente de la Academia Bolivariana de las Americas de la República de Argentina; Académico de la Academia Belgraniana de Argentina; Académico de la Academia Nacional de la Historia de la República de Argentina; Académico de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala; y Miembro correspondiente de la Academia Puertorriqueña de la Historia). Perteneció a diferentes asociaciones e institutos de historia en todo el país (Miembro de la Asociación de Cronistas Oficiales de Venezuela; Cronista oficial de San Casimirio de Güiripa, estado Aragua; Miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; Miembro de la Asociación de Escritores de Venezuela; Miembro del Instituto Venezolano de Genealogía; Miembro de los Centros de Historia de los Estados Táchira, Trujillo y Vargas; entre otros). En 1978 publicó su obra Las acciones militares del gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor; igualmente recibió del Consejo Municipal del Distrito Ricaurte del estado Aragua, la Placa de Honor en reconocimiento a su labor intelectual e investigación histórica. En 1980 publicó Los mercedarios y la vida política y social de Caracas en los siglos xvii – xviii, con cuyo trabajo obtuvo el Premio Municipal de Literatura: mención historia; así mismo. 
     En 1982 entró en circulación posiblemente su obra más importante: La aventura fundacional de los isleños, con la que logró el Premio Municipal de Literatura en 1983 y el Premio CONAC de Historia en 1985. Sus últimas publicaciones fueron: Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano (siglo xix) en 1998; Algunas notas sobre la Historia Colonial de Venezuela en 1999; y Maracay Colonial: tierra y hombres en función de su esperanza en el 2001. A.R.A.V
http://sancasimiro.2088.blogspot.com
Publicado en este blogs por ZandraPerez Upel-Maracay 12-3-2010

La Maracay de Castillo Lara, a 309 años de aquel día





5 de marzo de 1701: Paisaje con lago y añil
La Maracay de Castillo Lara, a 309 años de aquel día
Fecha Jueves, 04 marzo a las 21:22:53
Tema Entrega Especial
Alberto Hernández
Foto Gerardt Aponte / Jairo Araque


 Maracay no tiene carta de fundación,  fue el pujo de un grupo de familias que necesitaba congregarse en una iglesia, por lo que escriben para que les sea provista casa de oración


Hoy, a 309 años de aquella aventura, la ciudad sigue bajo el sol inclemente de este trópico atado a sus inmensos samanes

1.-
Maracay comenzó en un reflejo. Fue suficiente el paisaje para entender que hacía falta una ciudad en el corazón del Valle. Un lago, reprimido por el silencio del follaje. El clima, la flora y la fauna, fundamentos para enclavar en la mirada de los primeros habitantes la idea de un conglomerado humano que tuviera en el espejo líquido de los Tacarigua, la esperanza de vivir para crecer. De aquella primera estirpe, la toponimia que aún palpita en la boca de los nuevos pisatarios donde el tigre y la lechuza se hicieron fábula y nombre pretérito de lo que después Humboldt bautizó como Ciudad Jardín.

Pero hicieron falta muchas aventuras para arribar a la imagen que el barón alemán inventó para gracia de los que aún respiramos en esta tierra.

El génesis se reveló en la prosa elegante de Lucas Guillermo Castillo Lara "primero fue la tierra y el agua azul a su costado. Los árboles tenían desde ya, una función gozosa de limpia clorofila. El cobre de los soles tostando la piel del aire y el cobre de los hombres dialogando entre el cielo y nubes. Después el alucinante trajinar de los metales en las voces  blancas".

En esta síntesis, sólo posible con la poesía, el autor de Maracay colonial, tierra y hombres en función de una esperanza (Publicaciones de la Gobernación de Aragua, Maracay, marzo de 2001), comenzamos a avizorar lo que sería después la comarca, el pueblo de agricultores y arrieros que se estableció en Tapatapa y Tocopío y se dio a la tarea de avanzar hacia lo que después fue la ciudad. De ese caserío inesperado, el paisaje se trae el lago en las palabras y, más adelante, la riqueza terrena en el añil, como lo fue el cacao, el tabaco, la caña y el algodón. Entonces el verde de las hojas, la clorofila del texto de Castillo Lara, y el rojo teñidor del añil para fundar un pabellón vegetal alrededor del espejo que se agita -agónico- al costado de la ciudad.    

La Ciudad Vegetal que el cronista relata sigue victoriosa en su decir castellano. "Aparecieron las casas cercadas de mastranto y el verde tierno perfilando espigas. El oscuro verdor del tabaco y el cenizo dormir de los añiles. Cada casa fue una isla perdida entre árbol y verde, sabana y montaña espaldera. La codicia alumbraba colores en las dolidas espaldas esclavas. El agua cantaba sobre los terronales y se hacía espejo en la laguna". Con ese tono, plácido y a la vez reverberante, Castillo Lara recorre la historia de esta ciudad en la que todavía está un lago, pero el añil es un recuerdo de aquella riqueza sólo posible en las manos de los hombres de aquella época.

Y entonces nos habla de Juan de Villegas, descubridor de la laguna de Tacarigua. Y con él, los aborígenes que moraban en los costillares de la cuenca, repleta de sorpresas, islas y ríos que vienen de distintos puntos cardinales de la tierra. El ojo de los pioneros sintió la presencia futura de un pueblo de distintos pigmentos. Háblase -y lo dice muy bien el cronista- de los indios de Maracay, los forjadores de un paisaje humano del cual poco se dice: "La existencia allí de parcialidades indígenas se encuentra señalada en diversas fuentes. Así el poeta historiador Don Juan de Castellanos, en sus "Elegías a Varones Ilustres de Indias", trae en sus versos la descripción de la laguna de Tacarigua y la tierra circunvecina, y en ella hace referencia a los naturales que la habitaban "Por la costa de quien memoria hago,/ Atravesando culmen y eminencia,/ en la sierra que tienen nada vago,/ Porque poblada es por excelencia,/ Damos en Tacarigua, que es un lago/ De siete leguas de circunferencia,/ Con islas dentro, do los infieles/ Tienen jardines, huertas y vergeles./ Si queréis que sus nombres os declare,/ Pues la memoria de ellas no se escapa,/ Son Patanemo y Aniquipotare,/ Ariquibano, Guayos, Tapatapa:/ Con otras, que si alguno las hollare/ Podría mejorar su pobre capa/ Con el oro que tienen naturales/ En joyas y preseas principales".

Más adelante, para darle precisión histórica, Castillo Lara destaca nombres y funciones colonizadores "Se puede también atisbar su presencia en algunas huellas documentales. Así, por ejemplo, en un Acta de Cabildo de Valencia declaraba en 1654 el testigo Francisco Pérez Seijas, que hacía cincuenta años que había visto poblado junto al río donde llaman Maracayao, al Cacique Don Francisco Guarate. En otro documento se dice: que en tiempos del Gobernador Osorio, en 1594, las tierras entre la punta de Guarecorocay y la de Pascua en que cae el rincón de Maracay, "estuvieron pobladas de naturales, como fue el principal Don Diego Tunarmey y Doña Germana Parica, principales, con algunos de sus sujetos, que hoy están agregados al pueblo de Turmero". 

Nos confiesa Castillo Lara de la ausencia de encomiendas en el sitio de Maracay y sus cercanías. Sólo aparecen referencias a Martín Alfonzo o Alonso y su hijo Francisco de Vera en el Hato de Tapatapa. Pero se pone en duda que haya habido encomiendas, dada la confusión con las habidas en Charallave. El comentario da pie para creer que los Alonso-Vera vivían en estos sitios, pero no contaban con encomiendas de indígenas.


2.-
La insistencia es necesaria: Maracay no tiene carta de fundación. Maracay fue el pujo de un grupo de familias que necesitaba congregarse en una iglesia, por lo que escriben para que les sea provista casa de oración. Así, entre recados y recaderos, finalmente el deseo se convierte en realidad. De esta manera lo cuenta la solicitud al Obispo Baños y Sotomayor: "Los vecinos del Valle de Tapatapa y Maracay que aquí firmamos y los más que aquí irán contenidos en esta obligación, y no saben firmar decimos que habiéndonos agregado suplicándose al Ilmo. Señor Don Diego de Baños y Sotomayor, Obispo de esta Diócesis, se sirviese de erigir feligresía a estos dichos Valles, poniéndonos un sacerdote para el consuelo de nuestras almas y por las más razones que tenemos manifestadas, ofreciendo como ofrecemos el acudir con el estipendio para el Capellán y porque su Sría. Ilma, con su gran piedad permitió iglesia en que se celebrase el santísimo sacrificio de la misa, y ahora ido a los pies de Su Sría. Ilma, dos vecinos para pedir se acabe de erigir dicha feligresía y Capellán, y no hallándose la obligación que teníamos hecha, ha sido preciso el que se haga de nuevo, y por haber hoy otros más vecinos, por tanto para que nuestros cristianos y buenos deseos se consigan y ser tan el servicio de Dios nos obligamos a que en cada año daremos de estipendio al Cura Capellán que su Sría. Ilma pusiere doscientos pesos de a ocho reales...". El documento menciona los nombres de los contribuyentes y la cantidad que cada uno da en beneficio de la iglesia que habrá de erigirse.

Y llegó el día: el 5 de marzo de 1701 nació la parroquia, la feligresía, y con ella el espíritu de la comarca que hoy lleva por nombre Maracay. De modo que no hubo espada, botalón y bandera que sentara señorío para fundación de pueblo de cristianos. Fue la petición de cincuenta familias la que posibilitó la existencia de esta villa, cerca de un lago y revelada en una geografía de árboles, sabana y montañas, las que tapan el mar.
 
3.-
A mitad del siglo XVIII era el cacao fuente de riqueza, pese a que Maracay fue poco dada a este cultivo, el cual sí despuntaba en otras zonas de la región, por su trabajo "exigente y dispendioso". La tierra era buena para la caña, aunque más para el tabaco, el cual se daba en abundancia por los lados de Guaruto, "pero estaba estancado". También el algodón, las verduras, el maíz y los granos.

El añil, de excelente factura para la tinta, "aparece, se desarrolla, cultiva y declina" a mediado del siglo XVIII, de modo que tanto el cacao como el mencionado añil ven fenecer su producción en los Valles de Aragua casi al mismo tiempo.

Dice el cronista que el añil "era una planta conocida aquí desde antiguo por los indígenas, que la usaban en sus tintes. Ya lo señalaba Don Pedro José de Olavarriaga en su célebre "Instrucción General y Particular del Estado presente de la Provincia de Venezuela en los años de 1720 y 1724".

Así, este cultivo logró cambios importantes en la población. La pobreza se alejó y la transformación económica ofreció nuevos rumbos a la pequeña población. De la pacífica aldea, alinderada al lago, pasó a ser un indevoto pueblo, como lo escribió el Obispo Mariano Martí en su Visita Pastoral a Maracay en 1782. El sacerdote dice las peores cosas de los habitantes de la comarca, quienes gracias a la influencia de la riqueza producida por el añil los llevó a "jugar juegos prohibidos, beber y embriagarse, pasar el tiempo en liviandades, estar y vivir muchos en una gran desidia sin trabajar ni venir a misa los días de fiesta ni asistir a la Doctrina".         

De modo que la ciudad también tuvo su paraíso terrenal, devenido luego en Sodoma y Gomorra, por la poca eficacia -según Martí-, poco cuidado y poco talento" de un Teniente de Gobernador que abandonó a la gente en sus  deberes. Así lo decía el cura fundador, pero también los moradores, que aún no eran ciudadanos.

La Ciudad Vegetal, tan dicha y mentada por historiadores y cronistas, así como la Jardín pronunciada por Humboldt, habría de cruzar por la niebla del tiempo para separar las aguas del atraso y llegar a este hoy donde es singular advertir lo dicho por Martí en cuanto al comportamiento de mucha de su gente. No obstante, queda un hálito de aquélla que nació a la orilla de un espejo y creció en medio del tupido encanto de la flora.

Un paisaje con lago y añil que se nos descubre todavía virgen en su historia, en sus andanzas, en el verbo escondido de los hombres de antes, fabricados con el barro y los aires de este territorio bañado por la memoria de los días. 
Hoy, a 309 años de aquella aventura, la ciudad sigue bajo el sol inclemente de este trópico atado a sus inmensos samanes.
NOTA AL FINAL
He publicado en este blogs este artículo de Alberto Hernández porque considero su valor de síntesis y de buena escritura, el cual quiero hacer llegar a los estudiantes que no han  podido consultar El Periodiquito.Y también en relación al homenaje que haremos al Dr. Castillo Lara el proximo 20-3-2010 en la UPEL-Maracay.

Publicado por Zandra Perez
UPEL-Maracay 11-3-2008



 






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