domingo, 25 de noviembre de 2012

Depons "Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la Amèrica Meridional"



Francisco Depons, nació en  Francia en 1751. A los 50 años fue nombrado corresponsal político del gobierno francés en Venezuela,. Permaneció desde   1801 hasta 1804  tomando notas sobre la economía, la población, cultura. De su texto "Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional", en la traducción de Enrique Planchart, estudio preliminar de Pedro Grases, Caracas, BCV, 1960, he seleccionado las notas correspondientes a Maracay, por su interès geohistorico. En su informe Depons, refiere a Maracay, un pueblo que sin tener la categoría de ciudad ni villa, era de los mas prósperos de los valles de Aragua, con numerosas haciendas de añil y caña de azúcar y una población laboriosa.
“Hacia el oriente del Lago de Valencia se encuentra un pueblo llamado Maracay. Convengo que por no ser ciudad ni villa, no debería figurar en este capítulo; pero es tan interesante en sí mismo, que me complazco en compartir con el lector mi recuerdo de los gratos momentos pasados allí, durante una breve estancia en 1801.
“Se halla situado en los famosos valles de Aragua, de los cuales he hablado en tantas ocasiones. Bastante cercano al lago, puede gozar de todas las ventajas de este y al mismo tiempo está suficientemente alejado de él como para no sufrir sus malignas influencias. Maracay a causa de su terreno arenoso, es sano, aunque cálido. Hace treinta años hubiera merecido el nombre de aldea; hoy presenta un grato aspecto al viajero. Las tres cuartas partes de sus casas parecen construidas en una misma y muy reciente fecha. Las calles no están pavimentadas, pero esto no se nota sino cuando el viento levanta torbellinos de arena que incomodan a la vista.
Iglesia
Un templo nuevo, amplio y de bastante armonía arquitectónica, le sirve de iglesia parroquial. El único ministro del culto es en Cura y la única autoridad civil un Teniente de Justicia, que hace las veces de juez de policía de primera instancia. Al igual del pueblo, sus habitantes son dignos de la admiración del observador. Nadie presume de alcurnia ni se envanecen con las distinciones.
“La industria, la actividad, el trabajo, son la base de sus sentimientos. Por una beneficiosa emulación la agricultura ha llegado a ser la pasión dominante de todos. Muchas haciendas de algodón, añil, café, trigo, etc., mantenidas con inteligencia y cuidado, son testimonio inequívoco de la laboriosidad de aquellos hombres y fuente de su bienestar. No cabe duda de que la mayoría de ellos han de ser vizcaínos, pues estos, entre todos los españoles europeos residentes en Tierra firme, se dedican con preferencia a la agricultura. Los oriundos de Canarias les siguen las huellas, aunque no les igualan.    Las hermosas siembras que atraen las miradas de los alrededores de Maracay, se extienden por todos los valles de Aragua ya se llegue a ellos por Valencia o por las montañas de San Pedro, que las separan de Caracas. Allí se tiene la impresión estar en otro país, en una comarca por la gente más laboriosa y amiga de la agricultura. En las quince leguas de Este a Oeste ocupadas por los valles sòlo se ven campos de frutos coloniales, regados con arte, molinos de agua y soberbios edificios destinados a la fàbrica y preparación de los productos. Lo más notable, sin embargo, es la gran actividad que parece hija de aquella tierra. La gente libre que en todas partes casi no hace nada, aquí se dedica a trabajar, mediante un salario razonable, de suerte que el hacendado no ha de comprar sino muy pocos esclavos, únicamente los necesarios al mantenimiento de la hacienda. En los trabajos extraordinarios,, como la siembra, la limpia y la cosecha, se emplea jornaleros libres”.
Comentarios sobre el texto :
Depons dice de Maracay:

 “… no ser ciudad ni villa”
Se impresiona Depons de la prosperidad de Maracay, a pesar de no ser villa ni ciudad, por lo tanto no tenía Cabildo, afirmando que la prosperidad se debió al añil que se comenzó a cultivar para 1772 por hacendados vizcaínos.
Efectivamente, Maracay antes del añil, era un  pequeño pueblo fundado por población blanca, elevado a Parroquia en 1701, cuya principal fuente de ingreso era el llamado cultivo menor, granos, hortalizas, menestras, con haciendas de caña de azúcar más bien “fincas papeloneras”, para el comercio interno de la localidad. Estas haciendas eran pocas porque la propiedad estaba concentrada en  pocas manos.

Exalta a los vizcaínos en detrimento de los canarios
“… No cabe duda que la mayoría de ellos han de ser vizcaínos, pues estos, entre todos  los españoles europeos residentes en Tierra Firme, se dedican con preferencia a la agricultura”.
Considero que Depons exalta a los vizcaínos sin hacer consideración de la laboriosidad de los canarios, quienes durante siglos se han dedicado a proveer de granos a la provincia con el cultivo de granos, hortalizas y otros cultivos menores.  También hay que considerar que la Corona impedía que los funcionarios españoles peninsulares, compraran propiedades o se casaran en la provincia.
La diferencia que observo con respecto  a los vizcaínos es de carácter económica, por cuanto dispusieron de mayor capital para invertir en la agricultura del añil y gozaron de prebendas que solo se habían concedido a los conquistadores y sus descendientes, por la importancia que tenía para la Corona, el cultivo del añil, sobre todo en tiempos que la industria inglesa requería de esta materia prima y España estaba en capacidad de suministrarla, autorizando a la Provincia de Venezuela para este cultivo que era exclusivo de Guatemala.

La gente es trabajadora, amiga de la agricultura
“Allí se tiene la impresión de estar en otro país, en una comarca por la gente más laboriosa y amiga de la agricultura”.
 Con esta impresión opino que Depons, hace crítica a los blancos criollos,  propietarios-terratenientes, residentes en Caracas, donde ocupaban cargos en los Cabildos, administraban sus haciendas a través de mayordomos y tenían muchas esclavitudes.
Los vizcaínos y los canarios, aunque también poseían esclavos, institución legal en la época - no significa que haya sido legítima-  emplearon jornaleros libres para el cultivo del añil, lo que no se hacía con la caña de azúcar y el cacao que se utilizaban sólo esclavos. Esto no significa que  vizcaínos y canarios hayan sido más altruistas que los blancos criollos, no creo que este haya sido la causal, sino por la competencia  de  las muchas haciendas que se formaron para el cultivo del añil y el trabajo fuerte de este cultivo en sus diferentes fases, lo cual sumado a las “calenturas” que producía acarreó la escasez de mano de obra, que venía principalmente de los llanos para el trabajo temporal.
Se contrataba mano de obra libre
“La gente libre que en otras partes casi no hace nada, aquí se dedica a trabajar, mediante un salario razonable, de suerte que el hacendado no ha de comprar sino muy pocos esclavos”.
¿Donde se encuentra el peón, el  jornalero que pueda vivir sin trabajar?  Del trabajo duro del llano venían en búsqueda de un salario siempre con la esperanza de mejorar.  Las condiciones de trabajo en una hacienda de añil eran muy duras y las condiciones ambientales fueron causas de epidemias. “La peste de calenturas” el pueblo achacaba los vapores mefíticos de la fermentación del añil en los tanques, la disposición de las aguas y sus desperdicios, se produjo en Maracay en 1782, 1804, 1808.
POR ULTIMO, los “diarios de los viajeros” son fuentes documentales primarias de mucho valor histórico,  porque exponen puntos de vista “o mirada” sobre el lugar en el momento histórico  en que fueron visitados, pero siempre debemos someterlos al tamiz de la crítica histórica, porque “una mirada” es un punto de vista, una subjetividad que debemos  analizar contextualmente.
TRABAJO DEL AÑILERO (IMAGENES)
La pila de batir
La pila de batir

prueba
Prueba del añil



¡El río tiene un affluente verde azul!
Contaminación de los ríos


Batiendo el añil

Estas maravillosas imagenes las obtuve en el siguiente enlace: añil
En los enlaces puede complementar informacion sobre el añil, excelente testimonio gràfico de los añileros en Niltepec, Oaxaca, Mexico



viernes, 23 de noviembre de 2012

EL LAGO DE TACARIGUA EN LAS CRONICAS DE INDIAS



Juan de Castellanos (1522-1607)
JUAN DE CASTELLANOS, SU obra "Elegías de Varones de Indias", TEXTO POÉTICO, DE VALOR HISTÓRICO,  DE LOS PRIMEROS DOCUMENTOS DONDE SE MENCIONA EL LAGO DE TACARIGUA Y A  TAPATAPA Y SE DESCRIBE ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA POBLACIÓN INDÍGENA EXISTENTE PARA MEDIADOS DEL SIGLO XVI



             ELEGIA IX 
Por la costa de quien  memoria hago/
Atravesando culmen y eminencia/
De la sierra que tiene nada vago/
Porque poblada es por excelencia/
Damos en Tacarigua que es un lago/
De siete leguas de circunferencia/
Con islas dentro, do los infieles/
Tiene jardines, huertas y verjeles/
Si quereís que sus nombres os declare/
Pues la memoria dellas no se escapa/
Son Patanemo y Aniquipotare/
Ariquibano/Guayos, Tapatapa/
Con otras que si alguno las hollare/
Podría mejorar su pobre capa/
Con el oro que tienen naturales/
En joyas y preseas principales/

VENEZUELA, ÁREA DE PRODUCCIÓN PREHISPANICA
La cultura descrita por Castellanos se encuentra dentro  del área de agricultores medios, cultivaban la yuca y el maíz. Pertenecían a la familia Caribe, distribuida de la siguiente manera:

VENEZUELA PREHISPANICA. NOMBRE Y LUGARES DE LOS CACIQUES
Fuente: Rafael Strauss, El Tiempo prehispánico en Venezuela


Acerca de la obra y las fuentes utilizadas:

El poema de Castellanos es uno de los documentos más antiguos sobre el lago de Tacarigua su  paisaje geográfico y  humano.
Este poema es un documento histórico muy importante para el conocimiento de algunos rasgos culturales de la población indígena asentada en las adyacencias del Lago.  Juan de Castellanos, quien estuvo en el lugar para mediados del siglo XVI, observó directamente en el lugar que "los infieles" como los  llamó  “tienen jardines, huertas y verjeles”, revelándose así que   los indígenas de estos valles eran pueblos que practicaban la agricultura, con cultivos de maíz y de la yuca.

 Las tierras de los valles de Aragua tienen un alto valor agroecológico que permitió desarrollar  la economía agricola hasta mediados del siglo XX cuando la industria, el urbanismo sin planificación y las políticas erroneas de los gobiernos de turno han destruido parte de la riqueza natural, como se ve en la siguiente fotografía en la cual las aguas servidas caen sin tratamiento en el Lago.

Lago de Valencia, La Punta, Maracay

La obra Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, se publicó por vez primera en 1589 en Madrid. La primera versión completa se publicó en Caracas en 1930, editada y prologada por Caracciolo Parra León.

"... don Juan  nos advierte en su primera elegía: que no va a contar nada que no haya acontecido de veras, sea visto por él o escuchado por narradores que lo vieron y vivieron. Lo anterior nos sitúa frente a un texto de gran dimensión poética, pero ante todo de dimensión histórica de valor incalculable" Teresa Iribarren en Ensayo de literatura colonial.
  
Consultas:
Juan de Castellanos, Elegías de Varones Ilustres de Indias (Parte I, Elegía IX; Canto II). Madrid, Biblioteca de autores españoles, 1994.
Rafael Strauss, El tiempo prehispánico en Venezuela. Caracas, Fundación Mendoza, 1990.
Upel-Maracay, Núcleo de Investigación Historia Oral (NIHO). Trabajos de campo

LAGO DE VALENCIA VISTO POR FRANCISCO DEPONS


FRANCISCO DEPONS, visito Venezuela en el siglo XIX, año 1801 y permaneció hasta 1804,  en su visita a los valles de Aragua, dejó el siguiente testimonio sobre el Lago de Valencia:

"El Lago de Valencia, que los Indios llamaban Tacarigua, presenta una perspectiva mucho más bella que el de Maracaibo. Cierto que no es tan grande como éste, pero es mucho más útil. En lugar de la áridez que entristece el alma y de la insalubridad que conspira contra la existencia del hombre, como en las márgenes del lago de Maracaibo, sus orillas ofrecen el delicioso espectáculo de una fecundidad seductora y de una temperatura grata y mucho menos malsana.
La extensión del lago de Valencia ha sido diversamente determinada por todos los autores que han hablado de él. Oviedo le dio hace cerca de cien años, catorce leguas de largo por seis de ancho. Cisneros le dio en 1764 de diez y ocho a veinte por casi seis. El autor de la carta geográfica de la Provincia de Venezuela le asignaba en 1787 diez leguas castellanas por tres y media. No hay más acuerdo sobre su situación ni sobre su influencia en los cultivos que sobre el espacio que ocupa. Felizmente el testimonio de mis ojos y el de los españoles conocedores que habitan en sus contornos me dispensan de adoptar ciegamente cualquiera de las citadas opiniones.
En su longitud del este noreste al oeste suroeste, mide este lago trece leguas y media y cuatro en su mayor anchura. Tiene la forma de un rectángulo. Está situado a una legua de Valencia y en un valle rodeado de montañas, excepto en la parte occidental hacia el interior de las tierras.
Una veintena de ríos depositan en él sus aguas, que no tienen salida alguna. Este lago está alejado del mar alrededor de seis leguas, y el espacio que los separa está lleno de montañas inaccesibles. Es tanto más difícil suponer que este lago tenga algún desagüe visible cuanto que recibe ríos por todos sus lados, lo que prueba que es puramente una hoya.
¿Pero entonces como se ha  mantenido durante tantos siglos en el mismo estado? ¿La sola evaporación por grande que sea en los trópicos habrá podido consumir tanta agua como la que le surten los ríos? La pequeña superficie del lago hace esta suposición imposible. Es preciso, pues, suponer tanto para alivio de la mente como para honra de la Física, que existe una vía subterránea por la cual sale una cantidad de agua igual a la que le entra por los ríos.
Esta opinión que no emito sino como una conjetura, está sin embargo apoyada en probabilidades que le dan apariencia de verdad que la razón casi no puede negarle. Se observa que los barcos que navegan en este lago andan rápidamente de las orillas al centro con peligros del navegante; pero que para volver a la orilla es preciso mucho más tiempo y trabajo. ¿Qué concluir de este sino que existe en el fondo del lago una abertura por donde salen continuamente las aguas? De esta manera se explica por qué el lago no crece proporcionalmente al volumen de agua que recibe. Y esta suposición, verdadera o falsa, es tan satisfactoria que serviría para poner en claro la causa de la baja considerable que viene experimentando este lago desde hace algunos años, y que se nota a la simple vista. No habría sino aumentar la cantidad de agua que sale por la abertura subterránea y el fenómeno estaría explicado. Pero sin recurrir a este medio oculto, se halla la razón de este desecamiento sucesivo y rápido en las muchas tomas de agua que los habitantes han hecho en los ríos que desembocan en el lago a fin de regar sus haciendas. Estas aguas extendidas sobre una superficie considerable de tierra se evaporan o llegan a ser el principio de la vegetación y por consiguiente se pierden para el depósito general, que recibiendo menos agua, debe necesariamente disminuir.
A medida que el lago disminuye deja al descubierto tierras en las cuales el limo compuesto de toda clase de sustancias acumuladas por el tiempo, ha impreso un grado de fertilidad prodigiosa. Es a este nuevo suelo al que el agricultor prodiga con preferencia sus cuidados y sacrificios y sus sudores.
Su parte oriental está cultivada de tabaco, por cuenta del Rey; este cultivo está dividido en cinco plantíos que ocupan quince mil personas. El resto de los aluviones está cubierto de otras especies de cultivos.
Los pájaros que viven habitualmente en los alrededores del lago atraen por la variedad de especies, por el colorido del plumaje y por la diversidad de cantos, algunos de los cuales son muy melodiosos. La abundancia de pájaros actuáticos que encuentra allí el cazador, aumenta aún el encanto del sitio. Pero la verdura constante que adorna las orillas del lago y los productos que las cubren hacen experimentar sensaciones que parecen inherentes a todos los lugares donde la naturaleza despliega sus riquezas con más suntuosidad.
Se transportan por el lago en barcos más o menos grandes los géneros que se producen en sus costas o en las de los ríos que le dan sus aguas. Con todo, la navegación no es muy fácil, tanto por las causas ya dichas, cuanto por las pequeñas islas del lago que hacen casi inutil el uso de la vela.
Algunas de estas pequeñas islas aumentan insensiblemente de tamaño a proporción que disminuyen las aguas del lago. Estan habitadas: la llamada Caratopana contiene una población suficiente para cultivar víveres, frutos y hierbas para la venta. Tiene también esta isla una fuente de agua mucho mejor que la del lago, que es muy gruesa y de muy mal gusto. Produce al tacto el efecto de agua de lejía. La cantidad de vegetales y de animales que se pudren en su seno le dan sin duda esta propiedad esméctica.
Hay en el lago muchos peces, pero de pocas especies. El pez que los Españoles llaman guavina es el más abundante. En seguida viene el bagre o silicus bagre de Linneo, y la bavosa que los españolas llamaban bava (blennius pholis).
Se encuentran en las orillas del mismo lago, muchos reptiles entre los cuales se distingue un lagarto; la iguana, que los españoles llaman matos y de la lque los Indios y algunos españoles hacen su más apetitoso alimento. La sola idea de un animal que las impresiones de la infancia colocan en la clase de viboras, culebras, serpientes, sapos, etc., me ha hecho abstener de comerlas, pero he sido muchas veces testigo de que los Indios y los Españoles no participan de esta repugnancia.
Yo no conocía esta particularidad, hasta que hallándome un día en las orillas del lago de Valencia, durante un calor muy fuerte, me resolví a descansar algunas horas en una casa habitada por los Indios. Un momento después de mi llegada, vi al Jefe indio coger su arco y su carcaj. Le pregunté qué iba a hacer y me respondió que iba a buscar que comer. Una hora después llegaba con una soberbia iguana, cazada con flecha, en todo conforme a la descripción que de ella da Valmont de Bomare. El buen indio me la ofreció.  Mi negativa pareció mortificarlo, pero tan luego como le hube explicado los motivos, no hizo sino reir. Este lagarto fue al instante desollado y hervido, y su carne fue el único manjar que compuso la comida de toda la familia. ¡Oh Providencia, cuán grande eres! ¡Como sabes acomodar los gustos del hombre con los medios que le das para satisfacerlos!."
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La descripción que hace Depons sobre el lago de Valencia o de Tacarigua, es por demás interesante.
Señala los suelos fertiles que han contribuido a la riqueza de esta región del país, los cuales han sido la base de sustento de los pueblos originarios, y de la economía agrícola desde tiempos coloniales hasta la cuarta década del siglo XX.
Admiraba Depons que tanto indios como españoles comían la iguana "Este lagarto fue al instante desollado y hervido, y su carne fue el único manjar que compuso la comida de toda la familia", así como también los peces del lago guavina, bava, bagre.

Con respecto a las aguas manejaba Depons dos conjeturas sobre el equilibro de las aguas y la evaporación de las mismas.
La primera era la posibilidad de una desague subterráneo, idea que también tenían los indios y que a juicio estaría ajustada a la física. Pero como esta no se podía probar. Depons señalaba la segunda conjutura, relacionada con el sistema de riego en las haciendas: Las tomas de agua.
Efectivamente desde tiempos coloniales y hasta el siglo XX, los hacendados construyeron acequias a fines de asegurar el agua  de los cultivos.
Depons señalaba que las aguas así regadas contribuían a la vegetación y se evaporaban.
Las memorias de los viajeros son de gran riqueza heurística, son documentos que el investigador utiliza para reconstruir el tiempo al cual se refieren, interrogándolos en función de su objeto de estudio, como lo señala March Bloch, que al documento hay que hacerlo hablar porque a través de él conocemos el pasado.

Bibliografía:
Francisco Depons, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional, Caracas, Ediciones del Banco Central (colección histórico-económica venezolana, Volumen IV, tomo I), 1960, pp-51-54.